Como cada martes me toca echar todas mis garras (entiendase como ropa interior, pantalones, playeras, etc.) a la lavadora y entre estas prendas deje a mi malaventurado amigo dentro de una de las bolsas de mi chamarra. Y pues ya con todo y jabón dentro de la lavadora éste tuvo una muerte lenta y limpia.
Cuando me preparaba para salir y empecé a juntar mis cosas no encontré a "Greenache". Busqué y busqué por todos lados hasta que me pare en seco y un tremendo escalofrío bajo por mi espalda. Fue el momento en que me di cuenta de mi terrible descuido. Corrí a la lavadora pero era demasiado tarde. El pobre aparato estaba envuelto en espuma y su pantalla estaba empapadísima.
Grité, pataleé, me maldije a mi mismo pero nada se podía hacer, él ya había partido. Mi papá dijo que a lo mejor sí se secaba volvería a funcionar. Lo tomé como si "Greenache" estuviera en coma y que tal vez alguno de estos días despertaría como si nada hubiera pasado.
Después contaré de como mi primer iPod fue secuestrado y jamás regresado, ni en piececillas ni nada.
3 comentarios:
AY NOOOOOO...
que coraje1!!!!!
yo a lo más he mandado lavar billetes.
y reresan muy limpiecitos.
Juar, juar. Bienvenido al mundo de los aparatos ahogados. Una vez Paulina lavó mi pantalón con todo y celular adentro...
Saluditos
Pinche Leo !!!
A lo mejor resucitara en unos días... o a lo mejor papa noel tendrá que traerte otro !!!
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