Sin duda alguna el arte barroco holandés es uno de los más fascinantes y perfectos de todo el siglo XVII. Dada su tradición nórdica estos artistas se concentraron más en utilizar colores brillantes, en captar cada detalle que existía en la realidad, de recrear escenarios como si fueran espejos. La paciencia y un perfecto uso del pincel en el oleo permitieron crear obras muy fieles a lo que se veía.
A raíz de la Reforma en los países del norte de Europa, los artistas tuvieron que especializarse en otro tipo de artes ya que la iglesia protestante no necesitaba de arquitectos para construir templos o iglesias, ni esculturas o pinturas de ornato. Con Holbein surge lo que será la pintura de retrato como especialidad en la pintura. Algunos otros artistas se refugiaran en el paisajes, bodegones, festivos y temas de género.
Se desarrolla así el Barroco Burgués el cual tendrá en un pedestal a la familia en defensa de la libertad. Uno de esos artistas se engolosinara con el tratamiento de la luz y la forma de distribuirla en el cuadro.
La atmósfera de sus interiores nos habla del cuidado con que trata lo cotidiano. La luz que emplea, tanto en interiores como en exteriores, es de suprema sutileza. Estas escenas están reflejando la imagen de una vida que medita; por ello se ha dicho que la pintura de Johannes Vermeer es la pintura del pensamiento que a la vez intenta dar una lección de moral.